Cuando menos lo esperas, sientes
la chispa. Esa pequeña emoción que lo
cambia todo. Transforma rumbos, cambia sentimientos, rebasa sueños, mejora la
vida. Imagino que aún estoy en el proceso pero, aun así, vivo la
transformación. Apenas ayer les comentaba que no encontraba ese motor que me
hiciera entrar al juego de estar en mi vida, esa vida que uno tanto anhela, la
que uno construye y nadie más ordena. Hoy pareciera que la encuentro o que ella
se aproxima cada vez más.
Ese cielo,
esa felicidad que uno desea se vislumbra a lo cercano pero aún queda algo más
por hacer: la gran batalla, o mejor dicho, las
grandes batallas que, se quiera o no, cuando uno está solo, vive solo,
duerme solo, terminan siendo más
desafiantes a lo que alguna vez uno imaginó.
Hace dos
años no lo veía de esa manera. Estaba emocionada, deseaba aventurarme, quería mi libertad – cosa que entendía de otra
forma y que según mi lógica, no podía
adquirirla estando en O., cuando en realidad siempre estuvo ahí pero no sabía
cómo hacerme responsable de ella –. Al estar en M., mi vida cambia, yo
cambio. No soy la niña que se aventura por locura si no que ahora me aventuro con decisiones, porque
uno reconoce que al final quien te cuida
mejor es uno mismo.
No temo a la
responsabilidad más que la que sé que no puedo soportar. Siempre me he creído
más madura a la edad que tengo, pero estando
sola te enfrentas contigo mismo y lo dudas todo. Empiezo a creer que
sí existen los enemigos y que es principalmente, el más fuerte, uno mismo.
Han pasado días,
meses, años y voy aprendiendo a tolerarme, vivir conmigo misma, a soportar y
disfrutar de la soledad y entender que realmente
nunca estás sola, aunque así lo sientas. Voy comprendiendo tantas cosas de
la vida que ésta se me asemeja al teatro que tanto me gusta leer y ver. Pero
como les venía diciendo, he encontrado la chispa. Que no viene a ser más que el
amor a lo que haces y ver, gracias a ese otro que no eres tú, que ese amor puede dar frutos.
Por esa chispa que me cambió la tarde-noche: La Amistad. ¡Salud! |
Entiendes
que la chispa, el elemento, la razón de ser – cómo quieras llamarle – no aparece
así porque sí, si no que hay circunstancias que te conducen a ella, por esa razón esta noche escribo esto. Escribo
porque quiero agradecerle a las circunstancias que transforman ese todo que
llamamos vida:
·
Agradezco que la soledad tanto
la compañía dejen lecciones.
· Agradezco que, sin importar
el por qué, la gente se acerqué y vea que uno no está para joder.
· Agradezco que aunque uno se
sienta solo siempre hay alguien que te ofrece sus brazos.
·
Agradezco que el mundo no es
fácil porque si no ya me hubiese hartado.
· Agradezco que aunque se
vayan los objetos materiales, lo que realmente importa se quede conmigo.
·
Agradezco que amar también sea
perdonar.
· Agradezco, hoy más que
antes, que la amistad exista y que me hayan tocado personas realmente
maravillosas.
· Agradezco estar en M., para
poder estar más cerca de los sueños que quiero lograr.
·
Agradezco que cuando he
caído, aún sin compañía, me he podido levantar.
· Agradezco haber fracasado en
el amor, unas cuantas veces, para así entender lo maravilloso y frágil de los
sentimientos.
Y por último, agradezco, como dice la canción, a la vida que me ha dado tanto…
La amistad tiene eso de mágico... Por suerte, siempre nos hace sentirnos agradecidos y estar como en casa, sea cual sea el lugar...
ResponderEliminar¡Besos!
Tienes toda la razón, la amistad siempre nos hará sentir en casa.
EliminarUn enorme abrazo, Veinteava :)
Que suerte que haya un colchón de amigos que siempre estará ahí cuando estés por caer.
ResponderEliminarLa estética de tu blog, POR FAVOR, se me cae la baba.
Mira que si uno tiene suerte, ese colchón atrapa y resiste bien.
EliminarMuchas gracias, cuando gustes.
:)
¡Saludos!