sábado, 25 de abril de 2015

Pasos, distancias, tropezones

Antier descubrí que los lazos pueden modificarse en diversas proporciones. Al inicio de la noche pensaba en dar sólo un paso, el cual tendría que ser directo y con pocas consecuencias. Al transcurso de la salida me di cuenta que el paso podría prolongarse a algo más. Para el momento decisivo, estaba ofreciendo más distancia que no me imaginé dar tan pronto. Pero entre pasos y pasos, me tropecé. Nos tropezamos. No sé bien y no entiendo qué pasó realmente, pero quiero creer que fue por un bien mayor. 
En el amor, como en la amistad los pasos parecen darse con seguridad pero realmente, cuando miras con atención, te das cuenta que éstos corresponden más al tanteo. Algunos dirán que en el amor o en la amistad no se juega, pero que equivocados están, deben saber que estos territorios son los preferidos de la raza humana para tirar los dados. Amamos el juego del sexo, el juego del enamoramiento, el juego de la confianza, el juego de la compañía. Amamos a arriesgar sabiendo que se puede perder algo. 
Por lo tanto, yo decidí jugar. Tal vez ni siquiera fue una decisión, cuando vi ya estaba en el juego. Pero no gané ni perdí, he de confesar. De hecho, el paso provocó distancia pero no la adecuada. Y ahora me veo aquí, esperando sea la hora para verlo y darnos cuenta de lo fácil que es provocar la incomodidad en el territorio más cómodo de una amistad. 

sábado, 11 de abril de 2015

νόστος

Hace unos minutos terminé de leer la obra de teatro que escribí a mis dieciocho años y me di cuenta, como alguna vez señaló Pedro, que lo que escribimos siempre revelará algo de nosotros, puede ser el sueño más querido hasta el más oscuro. A esta idea la secunda los diversos cuestionamientos en los que me he visto atrapada en la semana.
Yo no soy una fiel servidora al arte de la escritura, de hecho no me considero buena en ello. Me gusta redactar textos académicos hasta los textos sin sentido, pero no es una de mis grandes pasiones (nótese las pocas entradas del blog), lo mío, me atrevería a decir, es descifrar, corregir, analizar lo ya escrito. Tal vez por eso mismo, soy una persona que suele sucumbir a la nostalgia de manera muy fácil, por ello, sin esperarlo me encontré leyendo ese pequeño texto dramático de ocho páginas, dos años después de haberlo llevado a escena.
Tal vez tenga razón ese crítico cultural y analizamos las cosas de acuerdo a la distancia en la que nos encontremos. Leo la obra y sólo puedo pensar en lo que he vivido en estos dos años, en las lecciones que he aprendido, en los hechos que he llevado a cabo, en las emociones que sentí, en las risas y llantos que viví. No quiero decir que todo esto esté relacionado con la obra, si no que de cierta forma Pedro tenía razón: yo escribí lo que deseaba vivir.  
Este pequeño viaje en el que me he visto sucumbida en la última hora de mi vida ha sido un νόστος (nostos, regreso), no podría decir que este momento haya sido nostálgico porque no me viene a causar un cierto dolor o anhelo, de hecho, lo consideraría más bien como una relectura. Porque no siempre todo regreso debe ser anhelado, querido o doloroso; yo no quiero regresar a ese momento, tampoco lo anhelo. Lo aprecio, es cierto pero porque me enseña algo, el regreso es eso ‘el mirar atrás’.

Yo miro con amor este viaje, como me miro a mí cada mañana, porque ya no es lo que era.