sábado, 7 de marzo de 2015

Mi libertad romántica: ser lo que soy

“El romanticismo supone una ruptura con una tradición,
 con un orden anterior, y con una jerarquía de valores culturales
 y sociales, en nombre de una libertad auténtica […]
 ‘Lo <romántico> – como dice Marcel Brion – es un estilo
y una concepción de la vida;
romántico es algo que se expresa de una determinada manera,
no limitado en el tiempo y en el espacio’ […]”

No importa  el por qué pero nunca dejaré de ser quien soy. No dejaré de ser esa mujer que aún tiene un lado de niña. De ser cursi por una sociedad que lo ve como tontería. De tener el lado romántico de la vida por un mundo en que cada vez los actos de pasión son mal vistos. De creer en que siempre vendrá algo mejor por culpa de ese lado pesimista de cada día. Hoy entendí que no dejaré de ser tantas cosas, porque quiera o no, éstas son las que me identifican, las que me definen, las que dan un significado a mi vida, a lo que hago y creo.
No dejaré de ser esa Nana que tiene la habilidad para sacar accidentes de las situaciones menos esperadas, esa niña que puede llegar a hartar con un optimismo proporcionado, esa joven de una voz aguda y una risa escandalosa. No la dejaré.
Parece no tener sentido todo lo anterior pero debo agregar que esto deriva de una situación que no creí que fuera a pasar. Repetí un canon que practicaba, por excelencia, antes de estos dos últimos años: di el primer paso con un chico.
Cuando tienes doce años, el noviazgo es lo más nuevo para ti; tratas de esconderlo pero no sabes cómo, la felicidad es tanta que te consume. Cuando llegas a los quince, éste poco a poco adquiere otros matices y tienes que aprender a saber qué esperas de él. Cuando de pronto te ves en los diecisiete, el noviazgo está lejos de serlo o estar presente. Pero cuando llegas a los dieciocho, diecinueve y veinte, quieras o no, éste se complica. Ya no significa lo mismo que hacía tantos años, puede ser mejor o puede ser peor. Todo depende a que tan dispuesta estás a ser parte de él.
Pasar por todo esa transición es lo que hace que aprendas poco a poco cuales son las grandes diferencias entre el interés, el gusto, el deseo sexual y el amor. Yo lo voy aprendiendo poco a poco. Puedo decir que bajo mi experiencia, era tan fácil ser partícipe del interés, el gusto y del deseo sexual que del amor. Tan fácil al punto de saber cómo manejar todo sin tener que cruzar por  la flecha de Cupido. Cuando veía que su flecha estaba del otro lado de juego, con toda la decencia posible, me alejaba. Al punto de que cuando creí estar lista para aquél, las cosas no salían como esperaba. Y cuando menos lo pensé me vi enamorada y, después, me encontré amando a alguien.  
Hoy soy partícipe de otro gran descubrimiento: el saber que todo lo que me caracterizaba antes de esa relación amorosa, no está tan perdido como creí. Hoy me atreví a regresar a la práctica de saberme dueña de lo que quiero y de lo que siento. No funcionó como esperaba pero resultó ser muy útil. Les cuento: hace semanas me di cuenta que comenzaba a ver con otros ojos a un compañero de mi carrera y que casualmente es uno de mis grandes amigos de este nuevo hogar. Yo no quise pensar en eso porque, siendo sincera, no quería afectar la amistad. Pero, en estos últimos días, hemos hablado y salido más. Esta noche, con el valor que te puede dar una plática que incluya una cerveza, le confesé que me estaba empezando a gustar. Él simplemente me respondió en pocas palabras y de la manera más respetuosa, que puede como mi amigo: “Déjate de tonterías, eres mi amiga y, bien sabes, que no me gustas”.
Adoré tanto su respuesta, porque me había entendido. La cuestión no era declararle mi gusto o aceptar su rechazo, era el hecho de la conexión: los lazos nunca se cambian o transforman tan fácilmente. Yo acepto que le quiero, pero no de la forma que tal vez creo y él lo sabe, por eso su respuesta. Veo en él alguien que mira una parte real de mí a lo que otras personas en M., no han podido ver.
Amo ese lazo; que no es tan fácil de quebrantar. Amo esas situaciones que poquito  a poquito lo van cambiado todo. Por ello, el inicio de esta entrada: no puedo dejar de ser lo que soy. No porque en este momento de mi vida no pueda encontrar a alguien con quien compartir lo que hago, simbolice dejar de hacer lo que me gusta, lo que soy; ya no puedo permitirme eso, ya no.
Porque este lado romántico hacia la vida que está impregnado en mí va más allá de lo que alguna vez creí. Por ello me siento tan identificada con los escritos de Goethe, con las ironías de Wilde, con la poesía de Plath, con la nostalgia de Durrell, con la búsqueda de Joyce, con la no-acción de Sterne; por el simple hecho de experimentar a la vida, el anhelado encuentro con lo sublime que no es más que la purificación de nuestras pasiones.
Poco a poco me voy purificando. 

martes, 3 de marzo de 2015

Como esté tu cuarto, está tu mente

Bien lo expresaba el dicho y hasta estos días lo confirmo: como esté tu cuarto, está tu mente. En mi caso aplicaría: como esté mi cuarto va a estar mi vida. Ya que durante este fin de semana me la viví arreglando todo lo que pude y realizando el mayor número de tareas posible, entre ellas la primera exposición evaluativa del semestre – la cual, debo agregar, fue muy buena –. 
La verdad es que mi habitación está arreglada: un libro acomodado, una cama tendida, un escritorio desocupado y un tocador limpio; mientras que mi mente ahí va por la vida construyendo poco a poco todo, al menos ya tiene ciertas ideas para los trabajos finales.

Imagen ilustrativa