martes, 14 de octubre de 2014

Si han de ser, serán.

"No es saber, saber hacer
discursos sútiles vanos; 
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano".

Sor Juana Inés de la Cruz


Hay cosas en la vida que decidimos que son para nosotros; otras, las creamos con algún fin; algunas, la vida mísma nos las otorga y pocas, las que llegan por sí solas en el momento acertado. Éstas, en ocasiones, valen la pena. 
Hoy lo viví y supe que era así. La vida nos colma de cosas que muchas veces no logramos entender y de pronto, te sorprende con algunas no necesitas comprenderlas pero las vives. 
Curiosamente la persona que menos esperaba que me sorprendiera, o de la que menos esperaba algo, lo hizo. Se acercó a mí y me pidió hablar después de las clases, supusé que era algo con referente a que justo hoy le había regresado el libro que le había perdido pero no resultó así. 
El susodicho expresó, y a mi parecer, con sinceridad, unas disculpas con referencia a todo lo que había pasado, en especifico, a la manera en que se relacionó conmigo. Yo no podía creerlo; no era algo de lo que estaba segura de querer escuchar y esperar, pero reaccioné de forma positiva. Al momento en que escuché todo su discurso, algo en mi nació, he de suponer que era el perdón o la alegría de saber que él también veía lo que yo ví tiempo después. Esto permitió que pudiera dejar atrás todo, por ese momento, y contarle algo que sabía que él podría entender. Así fue; me entendió y me ayudó.  
Después me dijo: "Sé que necesitas hacer algo. Estoy aquí, dando la cara como un hombre. Dime todo lo que tengas que decirme, sé que te puede ayudar."
Lo hize. Le dije todo. No hubo necesidad de gritarle o decirle alguna grosería, simplemente me apoyé del té de limón que tomaba y solté todo. Le dijé lo mal que me sentí durante los últimos meses de relación, el gran daño que me había hecho (y que yo había permitido), cómo había destrozado cada parte de mí, al igual, le comenté lo que me había enojado que era, aquella idea que no había dejado avanzar por mucho tiempo, que él se había llevado lo mejor de mí y yo me había quedado con lo peor de él. 
Después de hablar y que él sólo escuchara, me di cuenta que aunque todo era verdad, y que todo eso había sentido y más, ahora cobraba mayor sentido al decirlo en voz alta que en mi cabeza, en mi diario, en mil cartas que escribí sin destinatario. Hoy cobró vida y murió por buena causa. Porque al momento que se lo dije, no era a él, no era un alegato o una queja; era una liberación. Yo concedía distancia a algo del pasado y lo dejaba libre, y él sabía eso, por ello dio la cara. Porque sabía que era la mejor manera de vernos a diario, sabiendo cada quién que ya todo está atrás (eso sí, cada quien en el propio proceso sin interrumpir al otro).
Nosotros no somos amigos pero nos conocemos. No importa si llegaremos a serlo, eso da igual, pero mientras cada quien esté bien y completo; todo lo anterior no afectará a este presente. 
La verdad, no esperaba que esto sucediera hoy ni mañana; creía que este caso había sido otro sin concluir y que se tendría que superar, ahora es un caso concluido que está muy cerca de superarse en mi vida. 
Puedo decir que este ha sido uno de los momentos poéticos que me han sucedido en el último mes. Algo se fue, algo llegó; sé que eso es bueno, sano y oportuno. Lo sé porque hasta la taza, de donde tomé ese té, se rompió; para mí, esa es una buena señal de que ya ese ciclo está, de cierta forma, terminado. 

Estas son las situaciones que llegan y logran algo por sí solas. 

3 comentarios:

  1. Hay que sacarlo todo afuera... como la primavera... superabrazo.

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  2. todo sirve para crecer... y las peleas mucho mas en verdad... salu2!

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  3. Qué buenos que son estos momentos... Cuando uno por fin se saca todo de adentro, el alivio no es poco... Más bien, es elemental...

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