Los
veinte juegan más a la rueda de la fortuna. Es la conclusión a la que he
llegado a lo largo de estas dos semanas. Días que han transcurrido de la manera
más absurda, rara y divertida de la que podría esperar, aunque también hubo
cosas malas.
Llegaron los veinte durante la mañana del viernes,
disfrutando con mis amigos de esta nueva ciudad… Resultando ser mejor de lo que
me imaginaba. Al día siguiente hubo un
giro de fortuna en mi vida material (“objeto” que estuvo poco tiempo conmigo, se
fue), del cual ya ni siquiera tiene sentido mencionar. De pronto, llegó el regreso a clases para sobrevivir a
otro semestre en la Universidad.
La escuela no ha cambiado demasiado a como la dejé en
diciembre. Mi grupo sigue siendo el mismo, las personas ya no me exasperan y estoy
más confiada a lo que quiero y me propongo a hacer ahí. Entendí que el salón de clases es un
campo de batalla y que el diálogo, en ocasiones, no es la mejor opción. Las
materias me atraen más que los meses pasados y, aun así, no encuentro el motor para impulsarme a entrar
al juego del estudiante.
Tal vez sólo es cuestión de saber estar abajo como arriba… Bueno,
al fin al cabo, es la primera impresión de los veinte, ya veremos después.
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