Después de un mes de
un nuevo semestre escolar, estoy aquí; sentada frente a un escritorio de madera
resolviendo conjugaciones del verbo mirar
en griego a las tres de la mañana y con la profunda necesidad de escuchar a
Miguel Bosé. En eso se reduce una desvelada de estudio.
Llevo un mes de clases
y ésta es la primera desvelada del semestre por una tarea. El sábado pasado no
dormí por ir a bailar con amigos y las consecuencias fueron que tanto el
domingo y parte de mi mañana del lunes durmiera, a más no poder, y así faltar a dos clases del día. Lo cual
hizo que me sintiera muy mal, ya que nunca me he creído el tipo de alumna que
falta a clases por causas de divertimento. Pero bueno, como dice el dicho: una
vez al año no hace daño.
Mi desvelada, aparte
de reducirse en la tarea de griego, también tiene el propósito de enfocar mis propósitos
del semestre, lo cual se supone debería haberse trazado a la primera semana,
pero no sé por qué he resultado ser un caos ahora. Yo no sé si por fue un término
de ciclo el verme de nuevo en M., el enamorarme y que las cosas no funcionaran,
el entrar a los veinte; no lo sé pero de lo que estoy segura es que estoy
experimentando esa famosa Kenosis.
Uno de los autores que más me ha
cautivado en la vida, y del que ya he hablado anteriormente en este espacio, es
Salman Rusdhie quien en la novela El
suelo bajo sus pies destruye y crea mis nuevas esperanzas hacia la vida. Él
expresa en el capítulo en donde narra el cómo se desarrolla y vuelve a nacer el
amor entre los personajes principales de las desgracias. Expresando que todo
ser humano es complice de dos elementos que interactúan costantemente para
hacer el movimiento de la vida propia, éstos son la kenosis y plerosis:
Al terminar un ciclo de tiempo,
dicen, experimentamos la kenosis, un
vaciamiento. Las cosas pierden sentido, se deterioran […] La decadencia del
tiempo, al final de un ciclo, lleva a toda suerte de efectos venenosos,
degradantes, envilecedores. Hace falta una limpieza. […] La plerosis que llena el tiempo con nuevos comienzos,
se caracteriza por una época de poder superabundante, de excesos salvajes y
fructíferos. Sin embargo, ay, esas bien modeladas teorías no consiguen
totalmente explicar el desorden de la vida real. La limpieza y la renovación
del tiempo produjeron realmente algunos resultados beneficiosos, pero sólo en
las vidas de los propios amantes. Ellos, es cierto, cobraron muchas energías
con su nuevo amor; pero a su alrededor, las catástrofes continuaron.
Es cierto que yo no tengo un amor con el que pueda crear algo y dejar
que las catástrofes a nuestro alrededor sigan, a no ser que sea, como alguna
vez dijo Oscar Wilde, amarme a mí misma para iniciar la gran aventura de la
vida, porque ésa ya está implícita en todo este proceso.
A lo que quiero llegar con esta cita es a la reflexión que tuve mientras
me distraía estudiando griego. Hace meses tenía miedo a ese vaciamiento, no
quería vivirlo, no quería saber que mi existencia sería insignificante para los
otros. Por azares de la vida, o tal vez por la depresión de los 19’s, me perdí
en la kenosis, a un punto en que ni
uno mismo se reconoce. Ahora estando de nuevo en M., y tratando de estar
siempre con la mirada en alto, aunque escuchando canciones cursis, intento
vivir nuevos comienzos, queriendo creer
que esta nueva experiencia sea una plerosis
más en mi vida.
Un mes después me sirvió para entender la importancia de por qué yo esté
en esta ciudad, el porqué de estar en los 20’s, el porqué de creer en algo más
allá de uno (que en mi caso sería la literatura), el porqué de que pueda
trabajar mejor de madrugada que de tarde, el porqué de la vida que en sí se
reduce al cambio, a la transformación; o como deseo verlo y entenderlo esta
noche a una conjugación.
Al final de cuentas todo depende de cómo
mires las cosas.
Iré a conjugar el verbo mirar
en mi vida como en mi libreta.
De manera que siempre estamos muriendo, siempre estamos naciendo... UN nabrazo.
ResponderEliminarExacto, somos todo un ciclo.
EliminarUn beso, Darío.
Un placer tenerte por este espacio.